

Iker Jiménez, con su archiconocido programa de Cuarto Milenio dedicó el pasado domingo unos minutos a Llerena. El reputado periodista fue el encargado de acercar a todo el país la historia de la inquisición en la localidad de la Campiña Sur y su caza de brujas durante los primeros siglos de la Edad Moderna.
Durante la retransmisión en Cuatro se pudieron reconocer varias caras de la ciudad como Francisco Mateos, archivero municipal e Isabel Altozano, bibliotecaria, hablando sobre los aspectos más místicos y oscuros de la institución como son las brujas, pactos diabólicos, rituales o posesiones diabólicas.
También se pudo escuchar a Jesús Callejo, director de 'La escóbula de bruja' y Fermín Mayorga, escritor y experto en la Inquisición. hablando sobre los mencionados episodios
Durante algo más de diez minutos, se habla de Pedro de los Reyes a inicio del siglo XVII, donde actúa en Extremadura como un cazador de brujas. Era conocido por ser santiguador, y proclamador de meterse en un horno candente sin abrasarse. Todo esto, como dice Isabel, en un «contexto analfabeto, donde cohabitaba el ideario cristiano y mágico, entrelazados entre sí y conviviendo a lo largo de los años».
«Ser cazador era rentable y relativamente fácil. Los pactos se daban por escrito, o buscando marcas. Había dos tipos de marcas, las visibles como cicatrices, verrugas o invisibles».
Francisco Mateos detallaba en el audiovisual el procedimiento de una persecución: «Pedro normalmente acudía a la inquisición, con una denuncia que llegaba a la sede y los fiscales atendían su argumentación. Dependiendo del argumentario, de las pruebas y de los síntomas, se admitía o no la demanda. Si se salía adelante, se iba a por la interesada y se ingresaba en las cárceles secretas. Normalmente, los condenados abjuraban de levi y recibían una pena menor como azotes, destierros…»
Las explicaciones se podían observar en entornos como la propia Biblioteca Aturio Gazul, la fachada de los juzgados llerenenses y Humilladero de San Lázaro en la calle Ollerías, este último lugar donde muchas de las mujeres acusadas de brujas o hechiceras sucumbían durante tres o cuatro días, para lanzarles tomates, zanahorias, etc.
«El tribunal tenia cuidado de que los bulos no crecieran mucho en demasía, porque si lo hacían, cualquiera podría ver a una bruja o brujo, y la situación se haría insostenible. El propio Pedro era un personaje sin escrúpulos que buscaba obtener una serie de beneficios personales».
Su final acabaría con una filtración, donde se darían cuenta de que era un embaucador. Se le abrió un proceso con su auto de fe correspondiente en la Plaza de Santa María de la Granada, condenado con 200 azotes, desterrado y con la confiscación de bienes. A posteriori se le vería en Navarra y participaría en detectar brujas en Zugarramurdi. Seguiría acusando a mujeres y volvió a ser condenado por la inquisición, hasta perderse la pista, como se explica, sin encontrar ningún documento que hable del personaje.
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