Manuel García
Jueves, 1 de agosto 2024, 20:47
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Tras colgarse el bronce la emoción embargó a Álvaro Martín, consciente de que cerraba el círculo, que ponía la guinda a su carrera con apenas 30 años y mucha marcha aún por delante. Estaba exultante y salpicado por innumerables sensaciones que le recorrían en medio de un cansancio extremo tras la exigencia de una carrera sin cuartel.
El llerenense se quebraba cuando empezaba a calibrar la magnitud de lo conseguido en París. Las lágrimas brotaban de sus ojos y la voz se le entrecortaba. Quiso poner en valor la dificultad que entraña protagonizar un logro de este calibre recordando el sufrimiento de hace tres años cuando se quedó a las puertas de escalar al podio de la cita de los cinco aros: «es muy difícil conseguir una medalla, en Tokio me quedé muy cerca, cuarto». Y ahí salió a relucir el Álvaro más humano y llano. «Soy un tío normal, de un pueblo de 6.000 habitantes en el sur de Extremadura y pensar que he podido ganar una medalla es un sueño y es esperanzador para otros que digan 'joder, pero si ese tío es normal, es de carne y hueso'».
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