

Marco A. Rodríguez
Jueves, 1 de agosto 2024, 21:08
Hay dos 'Álvaros' en cada competición a la que asiste el marchador extremeño. En los prolegómenos y la propia carrera, la cara de póquer impera en cada movimiento, cada mínimo gesto. La gorra y gafas oscuras que siempre porta nada tienen que ver con minimizar las incomodidades del sol, pues las usa incluso cuando el astro rey ni está ni se le espera. Su función no es otra que ocultar al adversario cualquier atisbo de conocimiento de lo que Martín está sintiendo en cada kilómetro del recorrido.
Ya puede ser un tramo de transición sin grandes sobresaltos o el mayor de los sufrimientos ante el ataque de un rival que se sabe más fuerte y quiere aprovechar su momento. Es misión imposible conocer qué pasa por la cabeza del atleta de Llerena si se le echa un vistazo a su gestualidad. Como si se tratara del doctor Jekyll y Mr Hyde, ese oscurantismo táctico emanado del famoso juego de cartas contrasta sobremanera con el Álvaro Martín que, casi sin resuello por el descomunal esfuerzo, se pone delante de los micrófonos finalizadas las hostilidades para dar auténticas lecciones de humildad, de arraigo a una tierra de la que nunca se olvida y orgullo por el trabajo bien realizado. Sus palabras llegan casi más que su desempeño por las calles de París. Y no es la primera vez.
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