Era un día de despedidas. Luismi Álvarez entraba este miércoles por última vez en su etapa como entrenador del Llerenense a la secretaría del Fernando Robina, este año también usada como sala de prensa. Unos minutos antes, en esa misma habitación, recibía el afecto de un pueblo al que ha hecho soñar durante dos años y medio. Se podía ver en las lágrimas o el atisbo de ellas de muchos de los aficionados y miembros del club presentes. Y no es para menos. Se marcha con un ascenso histórico a Segunda Federación, pero sobre todo deja su impronta de competitividad, a pesar de los inconvenientes surgidos durante este periodo, los cuales, en gran parte, han estado ligados a la humildad del conjunto blanco.
Antes de emprender un nuevo destino junto a Mariano Hoyas y Dani López, sus inseparables compañeros del cuerpo técnico, el entrenador placentino no quiso desaprovechar la oportunidad de despedirse de todos antes de partir de Llerena, una localidad donde ha encajado perfectamente desde el principio. «Una de las cosas más importantes es que la gente nos ha sentido cerca. Creo que hemos sido reales y honestos pese a ganar, perder o empatar. Tenemos que estarles agradecidos», comenta.
«Ha sido vital para nosotros el apoyo tanto dentro como fuera de casa de toda la gente, que se ha desplazado de corazón, con ganas y con el optimismo de que su equipo podía ganar en cualquier campo. Encontrarse a gente de Llerena, por ejemplo, en Canarias es una locura. Ellos han disfrutado también de esos viajes y para nosotros es un orgullo», añade Álvarez.
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