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Opinión

Así se las gasta Extremadura en Sanidad

A colación de la marcha celebrada el 29 de mayo por el pasillo sanitario entre Llerena y Zafra

MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ RAFAEL

Portavoz de la plataforma 'En Auxilio del Hospital de Llerena'

Lunes, 30 de mayo 2022, 13:13

El hospital de Llerena es peculiar. ¿Dónde se ha visto un hospital con 43 kilómetros de pasillo? García Berlanga no hubiese precisado de guion para filmar una de sus parodias. En este hospital la realidad es parodia. Acudimos a él porque nuestro familiar se fracturó un hueso y nos dijeron que traumatología se hallaba en otra ala del hospital, después de un largo pasillo de 43 kilómetros. Acomodaron al paciente en una camilla, le enchufaron un suero y, junto con un celador que empujaba la camilla y una enfermera, lo acompañamos. Era un pasillo a cielo abierto, créanme, con vías de doble sentido y arcenes, lleno de peligros: un viejo Renault frenó a destiempo, nos vimos envueltos en un pelotón de ciclistas, un camión cargado de heno casi nos echa a la cuneta. Así que con el susto metido en el cuerpo paramos en el primer pueblo y tomamos un refrigerio. El tabernero, compadecido ante la jornada que nos esperaba, nos agasajó con un puñado de cacahuetes y una botella de tintorro.

Pasadas 3 horas el paciente mostraba signos de deshidratación. La enfermera aceleró el ritmo del gotero. Nos preocupaba la situación y exigimos al celador aligerar la marcha. Se excusó con la protesta de que atravesábamos un tramo controlado por radares y no quería excederse en velocidad, aunque fuese andando. Entonces el paciente soltó un alarido de dolor. La enfermera, con buen criterio profesional, a falta de analgésicos, decidió meterle en el suero un chute de tintorro. Quedó mejor que anestesiado. Lo malo fue que a 7 kilómetros del destino los efectos secundarios del tintorro causaron mayores estragos y urgía antes la atención de un internista que el de un traumatólogo. Eso causó para la enfermera un dilema, porque no sabía si tirar para adelante o volverse atrás en busca del internista. En esto el paciente emitió un sonido gutural, el último. Por suerte pasaba por allí un coche fúnebre y, crispados más que apenados, llegamos antes al cementerio que al hospital.

Lo dicho, Berlanga hubiera filmado una película sin forzar mucho la imaginación.

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