

Xosé Antonio Perozo (Llerena, 1951) es un gallego que nunca dejará de ser extremeño. Periodista, editor y escritor en lengua gallega y castellana, Perozo se marchó de Llerena hacia Galicia en los años setenta, cuando apenas tenía 20 años. Su padre, que tenía negocios en Llerena, se vio obligado a abandonar su tierra al final de los años 60, dada la mala situación de Extremadura, con una gran crisis económica y un territorio cada vez más despoblado. «Había calles y calles cerradas, se cerraron empresas y mucha gente emigró». Su padre tuvo la oportunidad de entrar como socio en una empresa valenciana del mundo de la fruta. Eso llevó a la familia de Xosé Antonio Perozo a preparar las maletas para trasladarse al norte del país.
Sus primeras publicaciones fueron en Llerena, donde compartió algunos de sus primeros poemas en la revista de las Fiestas Patronales. Incluso llegó a dirigir un grupo de teatro y participó en la elaboración de una revista local. Pero fue en Galicia donde comenzó su carrera profesional. Allí empezó su andadura en la comunicación cuando, «por una carambola», empezó a presentar un programa en la Cadena Ser de Vigo. Su camino se inició informando y opinando en varias cabeceras gallegas, donde consiguió ganar fama en la región de forma relativamente rápida siendo uno de los pioneros en la información en gallego, idioma en el que está escrita gran parte de su obra, la cual se estudia en los centros educativos gallegos por su relevancia social. Desde su casa en Santiago de Compostela y con Extremadura en el corazón, hablamos con el prolífico escritor y periodista.
-¿De dónde viene su pasión por las letras?
Yo siempre soñé con ser escritor, no sé desde cuándo. Cuando empecé a hacer las primeras redacciones en el colegio siendo pequeño, ya tenía una inclinación hacia ese camino. Tuve la fortuna de tener unos profesores estupendos que creyeron y confiaron en mí. Se me consideraba un niño muy «mentiroso». Me pasaba la vida inventando historias y uno de esos maestros, don José González Macías, me dijo un día: «Esas historias que inventas no son mentiras, son cuentos, escríbelos». Luego hubo otros como don Francisco Mena Cantero o don Isidoro Labrador que me orientaron y apoyaron. A partir de ahí empecé a escribir en serio y aquí estoy, ganándome la vida con la escritura.
-¿Cómo ha cambiado el mundo del periodismo desde que comenzó en él?
Cuando empecé hace 50 años el mundo del periodismo era muy restringido. Era un territorio en el cual no existía la carrera universitaria de Periodismo, había un carné de periodista en el cual, en un lado, tenía los principios del Movimiento y, en el otro, mi identidad. El periodismo en aquella época era una profesión bonita, pero nada atractiva y muy vigilada. A mí me abrieron dos o tres expedientes por hacer información en gallego o porque dije en un programa que a Federico García Lorca lo habían asesinado los nacionales. Tengo una anécdota extraordinaria respecto a esto. En los años 70 hubo una gran huelga en Vigo. Yo fui corriendo, grabé todo lo noticiable con mi magnetofón y volví corriendo a la emisora con mi material. Le dije al director: «Mira, traigo toda la información de la huelga y la quema de un autobús. Yo creo que podemos abrir el informativo con este asunto». Él me miro por encima de las gafas y me dijo: «Ha llamado el gobernador civil y ha dicho que en Vigo no hay huelga». Dar información por entonces no tenía que ver con la realidad la mayoría de las veces. En ese periodismo se luchaba por la libertad. Yo tengo amigos que fueron condenados por hacerlo, pero aprendimos mucho, aprendimos a buscar los caminos escribiendo entre líneas, había una gran solidaridad entre nosotros, aunque trabajáramos en medios diferentes. ¿La diferencia entre entonces y hoy? Pues es abismal, los ámbitos de libertad que hay ahora mismo son extraordinarios. Ahora cada cual puede leer, escribir u opinar lo que quiera. Tenemos una selva informativa extraordinaria, que en muchos sentidos es buena y en otros muchos puede ser perniciosa según se mire. Lo más lamentable es que en mis comienzos el buen hacer se valoraba económicamente mejor que ahora.
-¿Cómo fue el cambio de vivir en Extremadura a hacerlo en Galicia?
Cuando llegué a Galicia me encontré con lo que yo creía que era un escollo: el idioma gallego. Yo entonces lo escuchaba y lo entendía a medias. Además, tenía la creencia de que los medios de comunicación en aquel momento hablarían también en gallego. Y no, no era así. Aunque el gallego no estuviera expresamente prohibido, veladamente sí lo estaba. Por ejemplo, no se podía dar información en gallego. Podías hacer información cultural, pero no política o simplemente social. Al final acabo aprendiendo gallego con mucha rapidez, oyendo a la gente de la calle. En aquel momento, hablar gallego en los medios de comunicación era ser antifranquista y eso a mí me tentaba porque estaba contra la dictadura. También algunos se preguntaban entonces, confundiendo los acentos del sur, que qué hacía un andaluz hablando gallego (risas).
-¿Qué le mantiene unido a su pueblo a pesar de la distancia? ¿Viene con frecuencia?
Yo nunca he perdido mi vínculo con Extremadura y, sobre todo, con Llerena. Antes, cuando quería cargar las pilas, agarraba el coche y me iba a Llerena. Me hubiera gustado que todo lo que he hecho en Galicia y por Galicia lo hubiera hecho también en Extremadura, pero no fue posible por las circunstancias, porque la familia tuvo que marchar… Pero nunca he perdido mis raíces extremeñas. No solo no las he perdido, sino que para mí Llerena es mi punto de referencia importante y espero descansar donde nací, en mi pueblo. Tengo incluso dos novelas, que son el '5 de agosto de 1936' y 'Rosas para Gabriela', que se desarrollan en Llerena y que son dos referentes para mí en mi obra literaria. También publiqué otra, 'La furia del carnero', sobre el crimen de Puerto Hurraco. Muchos de mis cuentos están ambientados en la vida del pueblo. Mis vinculaciones con Extremadura son permanentes. Me gustaría poder estar más presente. Me gustaría poder haber hecho toda mi labor cultural, política y social desde Llerena, desde Badajoz o desde Mérida, pero la vida no es como queremos, sino como sucede. ¿Voy mucho? Mis visitas a Llerena no tienen pausas largas. Voy cuando me cuadra y cuando me apetece. Cuando más suelo ir es en Semana Santa, en agosto o en la Feria. Yo he ido a Llerena a comidas con los amigos y con la familia y he vuelto a Galicia en el mismo día. Tengo siempre el lema de que «En España hay dos pueblos que valen la pena, que son Santiago y Llerena». El resto lo hicieron alrededor para que no haya tanto campo vacío (risas). Esta es una tontería que digo con frecuencia. Para mí, ir a Llerena es como ir a tomar un café al bar de la esquina. Mi sentido del territorio con Llerena es muy vinculante e importante. No sé si acabaré mis días ahí, pero no lo descarto. Como pienso vivir 120 años, tiempo hay (risas).
-¿Sigue conectado con las personas y la actualidad de la localidad desde Galicia?
Ahora mismo estoy informado con las redes. Hubo una época en la que estaba suscrito al HOY en papel y recibía el periódico con varios días de retraso en Vigo. Era una época en la que no había otra alternativa que el papel y la radio. Quería estar un poco informado de lo que pasaba allí. Además, en Llerena tengo una red de amistades y familiares con los que hablo con frecuencia.
XOSÉ ANTONIO PEROZO
-En el contexto actual, en el que el movimiento de la España Vaciada parece estar dando pasos para constituirse como partido político, ¿cómo evalúa la situación de Extremadura y Galicia, ambas con grandes problemas de despoblación?
Aquí en Galicia tenemos un problema de despoblación tremendo, pero no tiene nada que ver con Extremadura, porque allí hay núcleos de población realmente interesantes. El problema de la España vaciada no es solo por falta de población, sino por falta de incentivos para la población. La posible creación de un partido de la España vaciada es un rollo oportunista. Lo están moviendo en la sombra algunas corrientes de derecha y a quien más daño va a hacer va a ser al Partido Popular. La España vaciada no se soluciona porque haya un partido político, sino porque haya una política territorial diferente a la que hay ahora mismo, que debe estar en manos de las autonomías, no en manos del Gobierno central. En las políticas para resucitar, lo que yo llamo la España olvidada, las diputaciones deberían jugar un papel primordial. En más de una ocasión he puesto como ejemplo las políticas que llevó a cabo Valentín Cortés desde la de Badajoz o Paco Rey en la de Jaén, dos presidentes socialistas, pero también lo está haciendo Manuel Baltar, del Partido Popular, desde la de Ourense.
-Usted también ha estado próximo al mundo de la política ¿Qué opinión tiene de todo lo que está pasando en la actualidad a nivel nacional?
Pues estamos viviendo momentos de mucho ruido y confusión y poco ejercicio de la política seria. Las derechas no aceptan la situación legal y democrática de la existencia de un Gobierno progresista de coalición y están echados al monte. Esto genera desafección y cansancio en el electorado, además de abrir la puerta a partidos de extrema derecha. Si Casado gana las próximas elecciones veremos a VOX en la vicepresidencia de su Gobierno. Se ha perdido la esencia de una derecha moderna y moderada. La historia tendrá que agradecerle a Manuel Fraga que, tras ser ministro del franquismo, fuera capaz de recoger en Alianza Popular a toda la derecha, desde gente de extrema derecha a gente casi socialdemócrata y democristiana. Lo hablé con él en más de una ocasión. Eso fue importantísimo para el buen desarrollo de la democracia en España, ya que existía un partido de derechas en el que había de todo y actuaba con sentido de Estado. Esto se mantiene en el PP hasta que llega Aznar, que desequilibró el país. Es el personaje más nefasto que ha tenido la nueva democracia española. Ahora estamos asistiendo a una confrontación de la extrema derecha contra la derecha que Pablo Casado no es capaz de controlar. Existe el peligro de que VOX siga subiendo. Sin embargo, para mí la situación política es bastante esperanzadora. Que se haya formado un gobierno de coalición de izquierdas ha sido un paso muy importante para normalizar una situación diferente al bipartidismo.
-¿Ha coqueteado alguna vez con el nacionalismo gallego?
No, nunca he sido nacionalista, aunque lo respeto. Es una opción política que, siempre que sea democrática y razonable, es respetable. Igualmente, no podemos perder de vista que los nacionalismos, digan lo que digan, son teorías de derechas. Son elementos creadores de fronteras y de mirarse al ombligo, son teorías excluyentes. Yo soy internacionalista. No dejo de defender la lengua y la cultura gallega, la catalana o la vasca. Para mí, ser bilingüe me parece más enriquecedor que educarte en una sola lengua. Eso sí, la diversidad cultural no es nacionalismo. Los nacionalistas levantan la bandera de su idioma como un distintivo nacionalista, pero eso es un trampantojo perjudicial para las culturas que defienden.
-Estos dos últimos años no han sido fácil para usted, ya que sufrió un atropello y se contagió de coronavirus…
Sí, en el año 2020 fui de los primeros en pillar el covid-19 en Galicia, viniendo en tren desde Madrid. Lo pasé muy mal, pero conseguí salir gracias a la buena sanidad pública que aún tenemos. El día 28 de agosto de este año me atropelló un coche en un paso de peatones aquí en Santiago. Estuve más de tres horas inconsciente, a punto de irme con San Pedro. No me quiso, porque mi sitio sería estar donde Pedro Botero, pero allí hay overbooking (risas). El atropello fue grave. De hecho, todavía estoy convaleciente. Fueron muchos huesos rotos, pero, afortunadamente, sin ningún órgano afectado. La cabeza está igual, igual de mal que siempre (risas). Va todo bien, los huesos están casi pegados. He tenido que dejar un tiempo de escribir en los periódicos y no he podido terminar una novela que tengo empezada, pero ya voy cogiendo el ritmo. Trato de no perderlo, «vivir del cuento» no es nada fácil.
A pesar de todo, ni los grandes inconvenientes vitales que ha sufrido han podido parar al llerenense. Xosé Antonio Perozo publicará en primavera un nuevo libro de poemas en español titulado 'Traigo los zapatos manchados de tiempo' (Cuadernos del laberinto) y en junio hará lo propio con un álbum ilustrado en gallego con el nombre de 'Historia do vampiro que perdeu os cabeiros' (Galaxia).
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